- ¿Fecha? – me pregunto.
- ¿Para qué? – me contesto.
- ¡Ya da igual! – Exclamo sorda.
Querido tú,
Soy cobarde.
Muchos años después, sentada frente a mi tocador dibujando sobre mi rostro marchito, una leve sonrisa, mientras acicalo mi melena cubierta de un gris seda, entiendo.
Sólo hoy, cuando recuerdo aquella noche…., - ¿Te acuerdas, tú? -
- ¡Tomasa! – me llamabas.
- ¿Qué? – te contestaba.
En la apacible noche, a luz de luna, escuchando una tenue y dulce melodía.
- ¡Tomasaaaaa! – me increpabas.
- ¿Qué? – reaccionaba.
Conducida por la armoniosa musicalidad, despertando todos mis sentidos.
- ¡Tomasa! – repetías.
- ¿Pero qué? – ensalzaba.
Abrigando esperanzas de una dulce compañía.
- ¡Tomasa! – insistías.
- ¿Dime amor? – me rendía.
Enturbiada de locura, desvistiendo mi corazón.
- ¡Nena! – sugerías.
- ¿si? – rota.
Caminando despacio hasta la alcoba.
-¡Qué guapa! – me aclamabas.
Yacías desnudo en la cama, mientras percibías la dulce sonoridad de un músico de jazz.
- ¡Ven, dame calor! – me implorabas con susurra voz.
Soñaba con el placer que otorga la locura de quién no amando quiere amar.
De quién sueña con días de pasión y ternura.
De quién hace, de sus sueños, una forma de vida.
- Te quiero - rápidamente decías.
Embriagada por la música dejaba que tus besos despertarán mi sexo sin oponer resistencia.
- Siempre te he querido - repetías.
Quien sueña con lo que nunca debió ocurrir.
- ¡Eres mía! – me sacudías.
Mi locura, hacía que frenase, la vuelta a la realidad
- ¡Tomasa!
- ¿Qué?
Donde los celos no son armas del corazón, sino espadas de la sin razón.
- ¡Tomasa!
- ¡ay! – solo pude aclamar a ritmo de jazz.
Donde todo se rompió. Sólo hoy, soy capaz de comprender aquello que nunca quise ver.
No dejé de ser yo, el día que me propinaste mi primer regalo ensangrentado. Malogré mi propia esencia mucho antes. Me olvidé de mí en tu primer grito ahogado por un mundo que no te comprende…., en tu primera obsesión….., en tu primera burla….,en tu primer insulto…., en tu primer egoísmo…., en tu primera incomprensión…., en tu primer reclamo de ser sólo tú.
Ese día dejé de existir.
No era suficiente mi dulzura, mis sonrisas, mis desvelos, mis caricias, mi olvido de mí. No eran suficientes. Querías más, querías todo, no entendías, gustabas de juegos...anhelabas ahogarme un poco más, atarme en mi prisión de cristal, donde sólo tú fueras, dónde sólo tú abrieras la puerta.
Enviciada por una situación donde apenas reconocía que estaba bien, que debía ser, reclamando un: ¿Por qué?
Corrompida por mí, asqueada de mi, incauta niña deseosa de amor, ingenua reina de su ya marchito corazón. Solo hoy entiendo que me aparté yo…., que permití yo…., que accedí yo…, que consentí yo…
No prestaba oídos a nadie que no fueras tú, ¡como tu decías!, como tú me insistías, los demás sólo romperían nuestro amor -¡eso me decías!, ellos no entendían - ¡eso me decías! mientras alzabas tu mano bajándola veloz sobre una mejilla que ya no sentía.
Apenas, hoy siento miedo, sabiendo que tu jaula real deja de ser, que vuelves a unos brazos que nunca amastes, a una casa que nunca fue tu hogar, apenas hoy, se que es verdad.
Incrédula camino hacía el baño...arrastrando aquella pierna, -¡ya no quiero el bastón!, -¿te acuerdas, tú?
- ¿Para qué? – me contesto.
- ¡Ya da igual! – Exclamo sorda.
Querido tú,
Soy cobarde.
Muchos años después, sentada frente a mi tocador dibujando sobre mi rostro marchito, una leve sonrisa, mientras acicalo mi melena cubierta de un gris seda, entiendo.
Sólo hoy, cuando recuerdo aquella noche…., - ¿Te acuerdas, tú? -
- ¡Tomasa! – me llamabas.
- ¿Qué? – te contestaba.
En la apacible noche, a luz de luna, escuchando una tenue y dulce melodía.
- ¡Tomasaaaaa! – me increpabas.
- ¿Qué? – reaccionaba.
Conducida por la armoniosa musicalidad, despertando todos mis sentidos.
- ¡Tomasa! – repetías.
- ¿Pero qué? – ensalzaba.
Abrigando esperanzas de una dulce compañía.
- ¡Tomasa! – insistías.
- ¿Dime amor? – me rendía.
Enturbiada de locura, desvistiendo mi corazón.
- ¡Nena! – sugerías.
- ¿si? – rota.
Caminando despacio hasta la alcoba.
-¡Qué guapa! – me aclamabas.
Yacías desnudo en la cama, mientras percibías la dulce sonoridad de un músico de jazz.
- ¡Ven, dame calor! – me implorabas con susurra voz.
Soñaba con el placer que otorga la locura de quién no amando quiere amar.
De quién sueña con días de pasión y ternura.
De quién hace, de sus sueños, una forma de vida.
- Te quiero - rápidamente decías.
Embriagada por la música dejaba que tus besos despertarán mi sexo sin oponer resistencia.
- Siempre te he querido - repetías.
Quien sueña con lo que nunca debió ocurrir.
- ¡Eres mía! – me sacudías.
Mi locura, hacía que frenase, la vuelta a la realidad
- ¡Tomasa!
- ¿Qué?
Donde los celos no son armas del corazón, sino espadas de la sin razón.
- ¡Tomasa!
- ¡ay! – solo pude aclamar a ritmo de jazz.
Donde todo se rompió. Sólo hoy, soy capaz de comprender aquello que nunca quise ver.
No dejé de ser yo, el día que me propinaste mi primer regalo ensangrentado. Malogré mi propia esencia mucho antes. Me olvidé de mí en tu primer grito ahogado por un mundo que no te comprende…., en tu primera obsesión….., en tu primera burla….,en tu primer insulto…., en tu primer egoísmo…., en tu primera incomprensión…., en tu primer reclamo de ser sólo tú.
Ese día dejé de existir.
No era suficiente mi dulzura, mis sonrisas, mis desvelos, mis caricias, mi olvido de mí. No eran suficientes. Querías más, querías todo, no entendías, gustabas de juegos...anhelabas ahogarme un poco más, atarme en mi prisión de cristal, donde sólo tú fueras, dónde sólo tú abrieras la puerta.
Enviciada por una situación donde apenas reconocía que estaba bien, que debía ser, reclamando un: ¿Por qué?
Corrompida por mí, asqueada de mi, incauta niña deseosa de amor, ingenua reina de su ya marchito corazón. Solo hoy entiendo que me aparté yo…., que permití yo…., que accedí yo…, que consentí yo…
No prestaba oídos a nadie que no fueras tú, ¡como tu decías!, como tú me insistías, los demás sólo romperían nuestro amor -¡eso me decías!, ellos no entendían - ¡eso me decías! mientras alzabas tu mano bajándola veloz sobre una mejilla que ya no sentía.
Apenas, hoy siento miedo, sabiendo que tu jaula real deja de ser, que vuelves a unos brazos que nunca amastes, a una casa que nunca fue tu hogar, apenas hoy, se que es verdad.
Incrédula camino hacía el baño...arrastrando aquella pierna, -¡ya no quiero el bastón!, -¿te acuerdas, tú?
- ¡Tomasa! – me increpabas – ¡llevo tiempo pidiéndote que quiero ir contigo! -
Contando la calderilla que iría al cepillo.
- No me apetece – supliqué a mediana voz.
Con la mirada clavada en el espejo, tratando de ocultar para mis ojos, lo que otros ven.
- ¡Te lo estoy pidiendo, Tomasa!, ¡no me hagas!...- sin dulzor expresaba.
- ¡no quiero! – exclamé
Consciente de provocar su furia, renaciendo dentro en un intento desesperado alguién que mucho tiempo atrás murió.
- ¡Ya no te lo pido!, ¡te ordeno!, ¡te exijo! – bramó encolerizado.
- ¡No quiero! – moviéndose mis labios sin emitir sonido.
No hubo más, alzó la mano, como tantas otras veces, regalando la caricia de la ira, haciéndome girar la cara, por la fuerza del amor. Agarró mi brazo..., tiró de mí..., arrastrándome.., haciéndome recorrer cada peldaño, con la barbilla. -¿Te acuerdas, tú? -
- ¡me has provocado, Tomasa! – decía a la vez que disminuía su cólera – ¡sabes que yo no quería!
Arrinconada al lado de la puerta, con la pierna retorcida, sin sentir, me levantó.., me vistió.., me me peinó.., me maquilló..., y.. me calzó...esos zapatos de charol, los de punta fina.
- ¡Así!-, -¡así!-, -¡estas más guapa!, cariño – dijó susurrante mientras prendía un beso sobre mis labios resecos.
Querías presentarme al Señor, -¡eso decías!-, -¿para qué? - pensaba yo, cuando aún pensaba. No quería, pero tú insistías, era importante - ¡eso me decías! -. Fuí avergonzada, morada. Fuí, a la matinal, cosida de tu brazo, no podía caminar; -¿te acuerdas, tú?
Miro atenta los grifos, alargando una mano mientras observo mi brazo apenas reconocido, donde hoy sólo hay costuras remarcardas por los puntos, como sí de un acto involuntario se tratara giro el grifo del agua caliente, taponando la bañera, dejando el agua correr.
Me amabas -¡eso me decías!, ¿sería?, nadie más venía, nadie más me alejaba, nadie me ayudaba, nadie me escondía, sólo tú me arrastrabas.
Antes de ser tú, cuando alguien más me amaba, me susurraban quien eras tú. Enunciaban quién era yo, exponían con el detalle de un catedrático que una mujer…, con mi formación…, con mi educación…, enseñanza…, instrucción… ¡y qué! –exclamo ahora a viva voz. - ¡Para que él se hiciera un tú!, ¿tenía,yo, que ser vulgar?…, ¿analfabeta?…, ¿ignorante?…, ¿palurda?….. Ahora ya da igual.
Despacio, ayudada por mis brazos levanto la pierna que ya no existe para despacio introducirla en la bañera; me apoyo, intentando no caer, caigo procurándome un terrible golpe. Ya no duele.
Decían aquéllos cuando aun me amaban que debía ser yo…, gritar yo…, salir yo…, denunciar yo. Sólo que no sabía. Pero saber tampoco importa, era yo quien necesitaba ser alejada, no que me alejarán al tú. Apenas si me hubieran dado otra identidad, otro pelo…, otro rostro…, pan y agua en otro lugar..., otra casa….No era el tú quien quería irse, sino yo; huir…, correr…, alejarme..., no existir…, no recordad…, no poseer. No quería nada que me recordará al tú. Ya da lo mismo, marcharon al tú para hacerlo volver. Ha cumplido para con lo demás, no para mí. Ya da igual.
Sólo vosotras, las palabras…, las letras…, las vocales…, las consonantes…, me habéis entendido, sólo vosotras me habéis ayudado, sólo vosotras formáis el testamento de mi existencia.
Sin aliento, en un atormentando intento de abrir los ojos, veo el agua teñirse de rojo, entonces te escribo:
- ¡Adiós tú!-.
Soy cobarde. Hoy, ya no.
Una mujer que jamás te amó.
Unos hijos que jamás tuvimos.
"La Bruja"
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